¿De
qué se ríe el petroglifo? A
propósito de la interpretación de un petroglifo en
el altiplano Cundiboyacense (Colombia).
Diego Martínez
Celis
Investigador
de arte rupestre. Diseñador Gráfico, Universidad Nacional
de Colombia.Correo
electrónico:
ciudadanomartinez@yahoo.com
"...los caracteres [...] que tenemos de los
indios no pueden explicarse [...] sirviendo ya más estos
monumentos para atormentar los ingenios que para adelantar la erudicción."
Jose Domingo Duquesne en "Disertación
sobre el calendario de los Muyscas, Indios naturales de este Nuevo
Reino de Granada" 1795.
El altiplano Cundiboyacense se levanta a más de 2000
m.s.n.m en medio de la cordillera oriental colombiana, una de
las tres ramificaciones en que desembocan los andes en el extremo
norte de Suramérica. Con evidencias arqueológicas
que datan de más de 12.000 A.P [Correal y Van der hammen,
1977], la región ha sido documentada como una de las más
antiguamente habitadas en el territorio colombiano. Diversas investigaciones
han venido perfilando tres grandes periodos de ocupación:
el lítico (cazadores recolectores) que comprende desde
esta fecha hasta la aparición de un horizonte cultural denominado
Periodo Herrera (2,000A.P) [Broadbent,1969. Cardale,1981,
etc.] , donde se presentan los primeros indicios de cerámica
y agricultura y, finalmente, el Periodo Muisca (S.VIII-XVI),
durante el cual se asentó esta compleja cultura hasta la
llegada de los españoles. Ésta generalizada secuencia
presenta, sin embargo, un modelo con grandes vacios que no explican
satisfactoriamente las etapas de transición entre un periodo
y otro.
A pesar de este amplio espectro temporal, las manifestaciones
rupestres halladas en el territorio han sido asignadas principalmente
a los Muiscas o a los Panches, sus contemporáneos de las
tierras bajas en el altiplano suroccidental (Triana,1924; Pérez
de Barradas, 1941; Guisletti,1954; Silva,1968; Cabrera,1968). Esta
diferenciación esta basada en la delimitación que
interpretaron los españoles al encontrar que ambos pueblos
mantenían "estrechas" relaciones de guerra y que diferían
notablemente en costumbres, dialecto y otras manifestaciones culturales.
Desde esta perspectiva se considera que hay un área de transición
espacial, en donde Muiscas y Panches del s.XVI mantenían
contactos o pugnaban por acceder a territorios. (Los Muiscas se
han definido arqueológica y etnohistóricamente como
una sociedad compleja que accedía economicamente a sus recursos
mediante la explotación microvertical de la tierra o el manejo
de diferentes pisos térmicos, mientras que los Panches, desde
el punto de vista de las crónicas, no eran más que
ordas de canibales salvajes). Las manifestaciones rupestres del
área parecen presentar también una marcada diferenciación
en cuanto que, en las tierras altas del altiplano, se encuentran
principalmente pictografías en rojo ocre y a medida que se
deciende van apareciendo petroglifos.
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Piedra de "La risa".
Foto: D. Martínez,1998. |
Petroglifo. Piedra de "La
risa", pánel central.
Foto: D. Martínez,1998. |
1. LA RISA
Enmarcado en el anterior esbozo explicativo y enclavado en una
ladera que desciende al valle del río Bogotá (San
antonio de Tequendama), se encuentra un petroglifo grabado sobre
un bloque errático que ha sido denominado "La piedra de
la risa"[Muñoz, 1992]. Su descubrimiento y primeras aproximaciones
explicativas fueron reseñadas por G. Muñoz -Gipri
(1992,1998), quien considera que sus características formales
son excepcionales pues "los personajes presentes, por su tamaño
y condición, tienen exagerados los trazos de la boca en una
real expresión de carcajadas"... "parecen expresar
una escena, una fiesta con personas que danzan con los brazos levantados
hacia el cielo"[Muñoz,1998]. Esta interpretación
es ampliada por el autor, entre otras cosas, al identificar como
"ofrendas" algunos de los trazos que acompañan las "manos"
de los personajes.
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Petroglifo, Piedra de "la
risa". Trancripción del panel central.
D. Martínez, 1998
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La posibilidad de "interpretación" que genera este
petroglifo se ve favorecida por la calidad "escénica" de
sus trazos, a diferencia de las manifestaciones rupestres del altiplano
que en su mayoría son trazos lineales sin aparentes referentes
naturales. Este petroglifo ha podido ser "interpretado"por Muñoz,
puesto que se basa en la identificación inequívoca
del gesto de la risa en las figuras representadas. Si la figura
ríe pues, está celebrando luego, se trata
de un ritual y en él son infaltables las ofrendas (¡!)
este parece ser el recorrido explicativo que validaría la
correcta interpretación de la escena.
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Detalle del pánel
central. El petroglifo "ríe".
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Indígena riendo.
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El problema de esta aproximación no es en sí su
ingenuo resultado, sino el hecho de que el autor hace un preámbulo
en el que acepta que "casi siempre la busqueda del sentido y
función de estas representaciones esta llena de de arbitrariedades
y analogías apresuradas, pero hacer este ejercicio es inevitable"[op.
cit]. Es decir, se autojustifica en su ingenuo ejercicio, para legitimar
sus posteriores conclusiones que van más allá de lo
puramente formal.
Como práctica dialéctica el ejercicio sería
válido si, al final, el autor no asegurara, después
de recurrir a vagas referencias etnohistóricas, que "...el
mural es la manifestación inequívoca contra
las antiguas versiones que aseguraban que los habitantes del territorio
tenían fiestas monotonas"[op. cit], es decir, el autor
termina convencido, al igual que el desprevenido lector, de haber
interpretado satisfactoriamente la escena representada. Partiendo
de la interpretación de una cita de las crónicas del
siglo XVI, se explica el sentido (ritual) y función (ofrendatoria)
de este evento arqueológico, sin hacer una mínima
aproximación cultural diferenciada o haber articulado información
arqueológica que respaldara esta diferenciación.
Aunque el autor afirma la necesidad de conocer los contextos arqueológicos,
no propone ninguna posible vía de aplicación, mas
allá de sugerir que "...es con la ayuda de la etnografía
y la arqueología, que al aparecer, se desbroza un nuevo camino
hacia la interpretación de estas manifestaciones estéticas..."[op.
cit] . Con base en esto sugiere que las cabezas triangulares del
mural pueden estar representando deformaciones craneanas, como las
encontradas en algunas tumbas; es decir, reincide en su modelo interpretativo
al pretender que la apariencia del grafismo deba contener en sí
misma la promesa de un referente que yace en el mundo de las cosas,
implicando que se trata de la representación de algún
objeto de la naturaleza, anulando así la posibilidad de considerar
que dicha representación sea el resultado de un proceso intelectual
complejo y no necesariamente un simple automatismo de representación.
Este tal vez sea un claro ejemplo del tipo de "literatura" por
medio de la cual suele ser explicado el arte rupestre. Es evidente
la impotencia del autor al enfrentarse ante un vestigio cultural
que, en principio, no deja ver más que su condición
física (roca arenisca), y al mismo tiempo el afán
explicativo al divulgar ligeramente los resultados de su espontánea
elucubración. De esta manera, el petroglifo bien podría
estarse riendo, pero del investigador, quien refleja su realidad
en lo observado (pero no una realidad reconstruída objetivamente,
sino más como la expresión de un reflejo meramente
sensible).
¿Qué se logra con este tipo de ejercicio si no es
confundir y desinformar bajo el pretexto de divulgar cientificamente?
No pasará mucho tiempo antes de que el sitio sea explotado
turísticamente y se edifique un imaginario cultural basado
en las apresuradas reflexiones de este investigador. Lamentablemente,
esta versión ya se esta multiplicando; en una reciente publicación,
A. Botiva (2000) retoma textualmente algunos apartes de la explicación
de Muñoz para comentar la existencia del petroglifo, pero
no hace ningún comentario crítico al respecto.
2. LA NARIGUERA
Paralela a la anterior explicación y como parte del mismo
trabajo de registro de la roca, P. Arguello (1999) elaboró
una segunda hipótesis: Como parte de una reflexión
crítica acerca de la tradicional diferenciación técnica
(petroglifos / pictografías) que explicaría la diferenciación
cultural entre Muiscas y Panches, este investigador presume tentativamente
que las figuras de la roca pueden estar representando, no una sonrisa,
sino el uso de narigueras, lo que explicaría la inusual forma
de la boca en los personajes de este panel rupestre.
Tomando como referente iconográfico algunos ejemplos de
narigueras de oro en forma de punta de flecha con un angulo bien
abierto. Estas suelen desprenderse de la nariz y tapar completamente
la boca. El autor valida esta relación al afirmar "No
obstante, es posible citar algunos elementos de conexión,
siempre problemáticos, que no buscan llevar a cabo asignaciones
culturales"[Arguello, 2000] .
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Narigueras
de las zonas arqueológicas Calima, Sinú y Tayrona,
(Museo del Oro, Bogotá)
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Tunjo Muisca
con nariguera. (Museo del oro, Bogotá)
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Con esto se podría entender que se trata de un posible
referente arqueológico que explicaría la particular
representación de una boca con forma"atípica". Para
este caso la explicación no sobrepasa los limites formales,
es decir, no se extrapolan asignaciones culturales ni mucho menos
se aborda el espinoso campo de la especulación simbólica.
Sin embargo, aquí también se cae en la tendencia a
identificar los objetos representados, como esperando encontrar
algún referente concreto del mundo. Es decir, se considera
como a priori, que el panel rupestre esta representando efectivamente
una escena, en la que se identifican figuras humanas con algunos
"no muy identificables" atributos, pero que definitivamente
tendrían que hacer referencia al mundo tangible de la cultura
que lo elaboró.
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Detalle del pánel
central. El petroglifo "con nariguera".
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Indígena con nariguera.
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Como se explicó anteriormente, la mayoría de las
representaciones rupestres del área suelen ser grafismos
"simplificados", "abstractos", "lineales" o "geométricos",
que rara vez dan la posibilidad de asociarlo a un objeto reconocible.
Por tal razón un petroglifo como el que aquí se presenta
siempre será más "atractivo" para el investigador,
ya que, se supone, poseería más elementos para su
análisis. Como un ejemplo de contraste se puede citar el
hecho de que en el mismo potrero en que se encuentra esta roca se
hallaron algo más de 25 rocas con grabados (cúpulas,
espirales, etc.), pero sólo ésta ha merecido comentarios.
3. LA ESTRUCTURA
Para efectos de este artículo, y como un mero ejercicio
formal, propondré una tercera vía que explique la
inusual forma de las bocas de los personajes del petroglifo:
Una vez documentado y transcrito el pánel completo se pudo
constatar que existe una clara tendencia a trazar los motivos con
líneas anguladas de más o menos 50 grados; es decir,
las formas se podrían inscribir en una especie de retícula
imaginaria, sobre la cual se pueden trazar las líneas que
conforman las figuras.
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Petroglifo, Piedra de "la
risa". Trancripción del panel central con aplicación
de retícula. Martínez,
2000
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De esta manera, los cuerpos triangulares presentan las extremidades
como prolongaciones de sus lados; incluso, las supuestas "ofrendas",
que interpretara Muñoz, caben perfectamente en este esquema.
Pero especialmente se evidencia que la forma de la boca de los personajes
estaría definida por esta estructura.
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Detalle del pánel
central. El petroglifo "inscrito en una retícula".
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El Indígena posee
el "esquema de representación", mediante
el cual expresa y materializa su pensamiento.
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Hasta aquí, el resultado de un análisis puramente
formal, ha arrojado una posible explicación en la que se
justificaría, que la forma de la boca de los personajes,
simplemente es consecuente con un posible fundamento de composición
(a manera de "estructura de representación") del pánel
en general. Desde esta perspectiva, no es posible ver ni" sonrisas"
ni "narigueras".
Con esto, no se pretende sugerir que exista un patrón geométrico
"euclidiano" (como se podría interpretar por algunos),
ni mucho menos que esta estructura ejemplifique el "manejo
acertado de la geometría y de la estilización de la
figura" [catálogo CMSJ, 1996]. Mas allá de
intereses "estéticos", lo que se busca con este
ejercicio es evidenciar otra serie de elementos que tradicionalmente
no son considerados a la hora de articular los datos de un yacimiento
rupestre.
Aunque esta aproximación no ha considerado referentes culturales,
podría llegar a ser válida si lograra incorporar el
concepto "estructura de representación" (retícula)
a otros yacimientos rupestres y vestigios arqueológicos desde
los que se puedan hacer relaciones formales. Esto, por ejemplo,
posibilitaría la definición de patrones iconográficos
susceptibles de contrastación arqueológica.
LA DISCUSIÓN
En la anterior exposición se ha demostrado la relatividad
de las prácticas interpretativas y cómo, desde tres
perspectivas etnohistoria/literatura, arqueología y
diseño gráfico, se ha intentado explicar si
la apariencia de un trazo está representando algo en particular
.
La notable distancia entre estas tres interpretaciones ejemplifican
que el verdadero problema no radica en identificar lo que
se está representando, pues como vimos, los grafismos rupestres
poseen para nosotros, sus actuales observadores, una infinita calidad
multi-semántica. Mas allá de buscar referentes
implícitos, los niveles de "interpretación",
en la investigación del arte rupestre, deberían complejizarse
hacia otro tipo de relaciones que salve a estas representaciones
de ser un mero divertimento pseudo-intelectual.
Se evidencia así la necesidad de una revisión de
lo metodológico en la investigación rupestre, pero
no sólo desde el simple refinamiento de las técnicas
de documentación, ni enfatizando en la positiva acumulación
de datos, sino en la elaboración de una estructura explicativa
que posibilite su articulación en un marco explicativo más
amplio.
De nada vale " interpretar" formalmente una escena,
cuando esto nada nos dice de sus posibles artífices. A la
mayoría de los investigadores rupestres se les olvida que
su objeto de estudio es ante todo una manifestación cultural,
producida por un específico grupo humano, en un específico
momento de su desarrollo, y que la identificación de estas
cualidades debería ser las principal razón de su estudio.
Los intentos por establecer relaciones, entre el arte rupestre
y un grupo cultural de una región determinada, han quedado,
a menudo, rezagados al verificar la inoperancia de los métodos
arqueológicos tradicionales (estratigrafía, seriación,tipología,
etc), esto ha motivado la aplicación de metodos "alternos",
que desde diferentes disciplinas abogan por el esclarecimiento de
sus diversos planteos. Esta interdisciplinariedad (que algunos han
bautizado "rupestrología"), en teoría, podría
ser realmente enriquecedora, pero, en la práctica, el resultado
de su gestión suele ser una ecléctica masa de aproximaciones
inconexas. Sólo mediante el establecimiento de un corpus
explicativo homogéneo, se pueden vislumbrar posibles vías
de esclarecimiento ante el fenómeno rupestre. Más
allá de pretender "hacer toldo aparte" y de considerar
que el estudio del arte rupestre es una nueva ciencia "independiente",
se debería aceptar que, hoy en día, la aproximación
arqueológica, aún con sus reconocidas limitaciones,
es la más estructurada posibilidad con la que puede contar
quien decida ingresar en los borrascosos dominios de la interpretación
de las manifestaciones rupestres.
"...entendemos la reformulación de las interacciones
de los contextos arqueológicos (que incluyen los sitios de
arte rupestre) es condición necesaria para inferir un pasado.
Un pasado científico, controlable y verificable. No apenas
afirmaciones subjetivas y modelos recortados que no pueden ser contrastados
[...] Comprender como funcionan, como están conectados al
paisaje y a las estructuras, y los circuitos es una tarea que debe
ser emprendida dentro de parámetros propios del estudio del
pasado: los arqueológicos." (Consens, 2000).
La "piedra de la risa", si la vemos desde esta perspectiva, sigue
pues a la espera de un verdadero abordage científico, en
el que se contemplen, además de sus características
formales, toda la inmensa gama de particularidades que la hacen
suceptible de contrastación arqueológica, desde la
identificación de las condiciones físicas del soporte,
pasando por el estudio de la técnica y los materiales de
elaboración, hasta su posible vinculación con contextos
arqueológicos en el área. Esto, aunque implica una
importante inversión de recursos, se hace imprescindible
si lo que se pretende es, como en este caso, obterner algun tipo
de aproximación interpretativa. De no ser así, nuestro
petroglifo seguirá manifestando su sonrisa, pero no como
un gesto complaciente, sino más como en detrimento de nuestros
incipientes esfuerzos para comprenderlo.
¿Preguntas,
comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com
Cómo
citar este artículo: MARTINEZ
C. Diego. ¿De qué
se ríe el petroglifo?A
propósito de la interpretación de un petroglifo en
el altiplano Cundiboyacense (Colombia)
en Rupestreweb, https://rupestreweb.tripod.com/risa.html
2000
BIBLIOGRAFÍA CITADA
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técnica como diferenciador cultural: el caso del arte rupestre
del suroccidente de Cundinamarca. Bogotá, 2000. En
https://rupestreweb.tripod.com/arguello.html
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