Simbolismo y funcionalidad
del número en el arte rupestre de la cueva de los petroglifos
del sistema cavernario de Constantino, Sierra de Galeras, Viñales,
Pinar del Río, Cuba.
Divaldo
A. Gutiérrez Calvache maitre@hpr.hor.tur.cu
Grupo Espeleológico Pedro A. Borrás. Sociedad Espeleológica
de Cuba.
RESUMEN
En los últimos años se ha incrementado
notablemente el interés de los arqueólogos, etnólogos
e historiadores en general por el problema del simbolismo de los
números, su origen, función y significación
en la vida y cultura de los pueblos prehispánicos de Mesoamérica
y las Antillas; en este contexto existen dos puntos de vistas opuestos.
Uno niega que estos números tengan relación con el
computo práctico y los otros deducen de estos el límite
inicial del cálculo utilitario del hombre. En este trabajo
tratamos de demostrar la presencia de algunos números de
la primera decena en el arte rupestre de las Cuevas de los Petroglifos.
Apoyándonos sobre todo en las relaciones numéricas
del mural pictográfico de la localidad, se propone una relación
directa entre los números aislados en este diseño
y algunas tendencias fundamentales del medio paloematemático
vinculado con la cuenta sistemática de las unidades temporales,
con la particularidad de que el tiempo en esta función no
es concebido solo como una periodicidad astronómica sino
también, y esto a nuestro juicio es mucho más importante,
como un problema biólogo social, como son por ejemplo
las relaciones entre los ciclos del nacimiento del hombre y los
ciclos de la luna; pues creemos que la formación de la actitud
del pueblo ó grupo que pintó las series de rayas y
círculos en las Cuevas de Petroglifos no estaba totalmente
determinada por parámetros estadísticos, sino mas
bien por parámetros dinámicos del mundo circundante.
INTRODUCCION
¿Cómo, en qué
lugar y en qué época se originaron los primeros símbolos
numéricos de América? ¿Cuál fue su simbolismo
y significación en la vida y cultura de los pueblos prehispánicos?
¿Qué función tuvieron en la cosmogonía
de estos grupos?
En los últimos años
estas preguntas han inquietado a historiadores, lingüistas
y arqueólogos, sin embargo, la arqueología moderna
no ha podido dar respuestas definitivas ha estas problemáticas,
aunque hay que decir que se han logrado numerosos e importantes
avances que; en Norte y Mesoamérica, se pueden concretar
en los estudios de Kirkland, F. Y Newcomb, A. W (1967) Anthony
Aveni (1978, 1980); Willian Been Murray (1980, 1986, 1990)
así como Andrea J. Stone (1995). Otras partes del
mundo no ha estado ajena a esta problemática: en Asia septentrional
por ejemplo también se ha obtenido algunos resultados sobre
todo para los grandes grupos lingüísticos (samoyedo,
mongol, ugro y turquicos), lo que también ha sido posible
para el Lejano Oriente en los grupos tunguso-manchú, grupo
paleoasiatico y otros; en estas regiones se destacan los trabajos
de Yu. V. Bromeli (1973), Boris Frolov (1974,1981,1993)
y Dikov N.N (1979).
En general se puede decir que, desde
el trabajo pionero de Struik (1948) "Stone Age Mathematics"
hasta los importantes trabajos de Marshack (1972) "The
roots of civilization" y Andrea Stone (1995) "Images
fron the underworld", no pocos investigadores han aportado
gran tiempo de su trabajo al esclarecimiento de muchas de las interrogantes
que rodean el origen y desarrollo de la numeración prehistórica.
Sin embargo, en el Área de
las Antillas desde Trinidad hasta Cuba, incluyendo las Islas Bahamas,
estos estudios han sido muy pobres caracterizándose por citas
aisladas dentro de trabajos dedicados a temáticas más
amplias: de Núñez Jiménez A. (1975),
Winter (1977, 1978) y Robiou Lamarche, S. (1987).
Se puede decir que los intentos más serios de aislar funciones
numéricas en el arte rupestre antillano corresponde a los
trabajos relacionados con los elementos arqueoastronómicos
presentes en la Cueva No.1 de Punta del Este, Isla de la Juventud,
Cuba, como son los de Fritot, R.H. (1938) Socarras Matos,
M. (1985, 1987), Alonso Lorea (1992) y Gutiérrez,
D. (1997). De ahí la necesidad de estudios precisos
en cualquier estación rupestrológica antillana que
sugiera el uso de sistemas numéricos por parte de nuestras
primitivas culturas.
RESUMEN HISTÓRICO ARQUEOLÓGICO
DE LA LOCALIDAD PROPÓSITO DE ESTUDIO
La localidad propósito de
estudio conocida como Cueva de los Petroglifos (Núñez.
A, et. al. 1990; Jaimez E; Gutiérrez, D. 1992) forma
parte del Sistema Cavernario de Constantino; esta cueva, de aproximadamente
700 m de largo, constituye un paleocauce del Río Constantino,
su boca principal se abre en la porción centro-occidental
de la vertiente septentrional de la Sierra de Galeras, Viñales,
Pinar del Río, Cuba, en las coordenadas 211 500-316 650 de
la Hoja 3483-VI del Mapa de Cuba a escala 1:50 000 del ICGC, Edición
I de 1978 (E-724) reimpreso en 1985.
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Fig. 1. Mapa de Ubicación
de la Cueva de los Petroglifos
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El primer reporte de elementos aborígenes
en esta área se lo debemos al Dr. Antonio Núñez
Jiménez quien en 1944 exploró esta región incluido
el cauce subterráneo del Río Constantino, encontrando
varios artefactos aborígenes en una cueva, en el extremo
sudeste de la Sierra de Galeras, a la que nombró Cueva de
Sajanal y que se encuentra a unos 3 Km. Al este del sumidero del
Río Constantino. Los elementos encontrados entonces fueron
un mortero doble de roca silícea, un caracol marino y una
mandíbula humana; todos estos restos fueron afiliados a grupos
preceramistas (Núñez Jiménez, A: 1945).
El primer reporte arqueológico
para el Sistema Cavernario del Constantino fue realizado por Enrique
Alonso e Hilario Carmenate en 1974, en la cueva que ellos llamaron,
Cueva Primer Congreso y que años más tarde nosotros
comunicaríamos con las galerías superiores del sistema
cavernario, y denominados como Cueva de los Petroglifos. Sobre las
evidencias arqueológicas encontradas en dicha cueva Alonso
y Carmenate; (1986) dicen textualmente:
"... a la entrada de la
cueva, en una pequeña cala de prueba observamos escasa basura
arqueológica. En la pared, a unos tres metros de altura hay
trazadas, con carbón vegetal, varias rayas paralelas cortas
y verticales, separadas en grupos por un pequeño círculo.
Aunque enigmáticas, no nos parecen antiguas".
Estos autores llegan finalmente
a la conclusión de que dicha cueva puede afiliarse provisionalmente
como un paradero preagroalfarero.
Las actividades e investigaciones
arqueológicas en los pasadizos subterráneos que conforman
este sistema no se reanudaron hasta el día 16 de enero de
1988, en que el cro. Sixto M. Ferró del Grupo Espeleológico
Pedro A. Borrás de la Sociedad Espeleológica de Cuba,
mientras avanzaba como punta de lienza en los trabajos de cartografía,
se percató de una extraña figura en la pared de la
cueva. Se identificaron en ese momento cinco petroglifos muy semejantes
en técnica y diseño a los de la Cueva de Mesa en la
Gran Caverna de Santo Tomás, también en el Municipio
Viñales, Pinar del Río. Este hallazgo se realizó
en la misma cueva donde algo más de 10 años antes
Alonso y Carmenate habían descubierto las rayas verticales
y los círculos como dijimos antes, y que son precisamente
el tema principal de este trabajo, cueva que a partir del hallazgo
del Grupo Borrás, comenzó a llamarse "Cueva de
los Petroglifos". Los trabajos arqueológicos en esta
espelunca fueron entonces restablecidos por los miembros del Grupo
Borrás contando en varias ocasiones con la presencia y participación
de los doctores Antonio Núñez Jiménez y Manuel
Rivero de la Calle, así como con varios miembros del Comité
Espeleológico de Pinar del Río, y de otros grupos
de la Sociedad Espeleológica de Cuba.
Durante estos trabajos se ha podido
determinar que el arte rupestre de la Cueva de los Petroglifos del
Sistema Cavernario de Constantino está constituido por 36
diseños divididos en 26 pictografías, 5 petroglifos
rayados sobre arcilla y 5 petroglifos rayados sobre ahumado. (Jaime,
E. et. al. 1999). En el estudio realizado por nosotros del arte
rupestre de esta localidad se consideraron de factura prehispánica
todos los pictogramas, incluyendo el mural pictográfico No.1,
compuesto por las series de trazos paralelos y verticales separados
en grupos por pequeños círculos, inicialmente descrito
por Alonso y Carmenate, (1986). Sobre ello escribimos junto
al Dr. Antonio Núñez Jiménez, (1990)
lo siguiente:
"Las mencionadas series
de rayas generalmente paralelas con algún círculo
entre ellas, pudieran significar incipientes sistemas numerales,
tema que en México ha sido tratado por Willian Breem Murray.
La repetición simbólica de las rayas, puntos y círculos,
pudiera dar la clave para iniciar nuevos estudios en este apasionante
tema".
Breen Murray, (1990) describe el
hallazgo de pictografías compuestas por líneas horizontales
y verticales en la localidad de la Presa de Mula, Nuevo León,
México, y nos dice lo siguiente:
"Nos hacía pensar
que la cuenta se llevaba en este sentido".
También Anthony Aveni, (1980)
cree, basado en localidades mexicanas, que tales representaciones
rupestres sean los números de los días y meses lunares.
Un dato importante para esta estación
rupestre es el hecho de que en ella coexisten cuatro técnicas
de ejecución del arte rupestre, característica hasta
ahora única de esta estación en el contexto del arte
rupestre cubano y probablemente caribeño, lo cual adiciona
un valor agregado esta dentro del espectro rupestrológico
del área (Gutiérrez, D. 1994)
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Fig. 2 Croquis de la Cueva
de los Petroglifos del Sistema Cavernario de Constantino
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En sentido general el arte rupestre
de la Cueva de los Petroglifos ha sido asociado a grupos mesolíticos
de una economía de apropiación (Núñez,
A. et. al. 1990), lo que corresponde también con el único
y escaso material arqueológico hallado para dicha localidad
por el Grupo Borrás, consistente en varios fragmentos de
piedra tallada, entre los que se destacan varios raspadores típicos,
y dos perforadores, todos microlíticos obtenidos por recolección
superficial en áreas de relativa abundancia de basura arqueológica
con presencia de restos dietéticos. Todo lo anterior, aunque
carente de elementos que podrían sumarse de excavaciones
controladas, nos hace inferir la presencia de este lugar de grupos
con una economía de apropiación.
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Fig. 3. Tabla con el Resumen
Morfo Estadístico del Arte Rupestre de la Cueva
de los Petroglifos
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En una de las últimas expediciones
realizadas por el Grupo Borrás a la zona, fueron hallados
por algunos de los autores numerosos restos óseos humanos
muy fragmentados. Dicho hallazgo se realizó en una cornisa
colgada en el paredón de la ladera suboccidental de la Sierra
de Galeras a unos cuatro metros de altura sobre el valle de contacto
y a unos 1000 m, al oeste del sumidero del Río Constantino.
Estos restos han sido recientemente
estudiados por el Dr. Manuel Rivero de la Calle quien llegó
a la conclusión de que el material pertenece a 3 individuos,
uno masculino y otro femenino, ambos de una edad de entre 18 y 24
años, y un niño de 3 años aproximadamente,
todos aborígenes.
Por su parte el individuo masculino
presenta cierta gracilidad, la estatura pudo sólo ser calculada
en el individuo femenino y resultó de 150,5 cm, la que puede
considerarse dentro del rango estimado para la población
femenina preagroalfarera de Cuba. (Rivero de la Calle, M., 1992)
A la solapa donde han aparecido
estos restos humanos y que continúa el estudio pues la exploración
de sus alrededores queda aún por realizarse, se le ha llamado
por los actores de este descubrimiento: Solapa Funeraria V Centenario
en saludo a los 500 años del descubrimiento del Nuevo Mundo.
En definitiva se puede concluir
que tanto las evidencias materiales encontradas en sitios arqueológicos
del área objeto de estudio (Cueva del Sajanal, Cueva de
los Petroglifos, Cueva de Arriero, Solapa V Centenario y otros),
así como la morfología y motivos del arte rupestre
y la información socioeconómica derivada de este conjunto
de evidencias indican la presencia en todo momento en esta área
de comunidades en un estadio medio de la etapa económica
de apropiación del período arcaico organizada por
núcleos económicos de carácter gentilicio.
LAS RAYAS Y CÍRCULOS DEL
MURAL PICTOGRAFICO
El mural pictográfico N.
1 de la Cueva de los Petroglifos ocupa un área de 3.42 metros
cuadrados en la pared estructural que cae en bóveda hacia
la boca principal de dicha cueva. El mural se encuentra a 6.0 m
de la salida por la boca antes citada, y al mismo se llega subiendo
un gran cono de derrumbes (clastos) que acerca al explorador
a la bóveda de la cueva donde se encuentra este mural a una
altura sobre la cima del cono de derrumbes de 1.77 m y a una altura
total desde la base del cono en el piso de la cueva de 9.10 m.
Este mural ha sido realizado mediante
la técnica del carboncillo, ó sea, por la aplicación
directa del carbón a la pared y el mismo representa una figura
compleja formada por 340 rayas y 11 círculos, donde a menudo
se nota la intención de aislar grupos de 10, 20 y 30 rayas,
a veces separados por círculos, otras por marcas de corrección,
pero en general se puede observar muy bien marcada esta peculiaridad,
lo que nos hizo sospechar que estábamos en presencia de símbolos
numéricos.
Lo primero en llamarnos la atención
fue el hecho de que las rayas y las suma de rayas y círculos
(351) fueran cifras muy cercanas a un año sinódico
equivalente a 12 meses lunares, lo que sugirió la idea de
que dicho mural fuera un conteo del tiempo con base astronómica,
sin embargo, el análisis detenido de dicho mural y los números
generados en el mismo no permiten relacionarlo con precisión
a ningún ciclo astronómico, pues la relación
sinódica del conteo no podía ser seguida, ya que las
simetrías numéricas siempre quedaban reducidas a una
regla casi constante que era la presencia del número diez,
lo cual se hacía evidente en 15 de las 21 agrupaciones de
rayas y círculos aisladas por nosotros.
Por ejemplo, la agrupación
número 7 presenta la siguiente frecuencia, un círculo
diez rayas un círculo diez rayas - un
círculo diez rayas, lo que totaliza 3 círculos
y 30 rayas, que hacen pensar en un mes sideral; igual frecuencia
presenta la agrupación número 11.
Por su parte la agrupación
número 13 presenta una serie de diez rayas seguidas de un
círculo, al cual le siguen diez rayas y, finalmente un círculo,
en este caso, sí las rayas representan días, la serie
totaliza 20 días. Lo singular es que la décima raya
de la segunda serie se eleva por varios centímetros para
convertirse en la primera raya de la serie número 14, la
cual está constituida por una serie de 10 rayas. Sí
esta característica es una corrección, entonces estamos
en presencia de 30 rayas (30 días), las cuales al
igual que en las series anteriores pueden presentar un mes sideral.
Otra posible marca de corrección
es, sin lugar a dudas, la presente en el agrupamiento número
16, el cual presenta la siguiente frecuencia: diez rayas un círculo
veinte rayas, lo singular es que la raya número 10 de la
segunda serie presenta una raya horizontal que la corta perpendicularmente
en su base, permitiendo así determinar donde termina la segunda
serie de 10 rayas y comienza la tercera.
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Fig. 4. Reproducción
del Mural Pictográfico No. 1 de la Cueva de los Petroglifos
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Sin lugar a dudas alguna razón
tenían nuestros primitivos para marcar intencionalmente el
número diez en este mural pictográfico, lo que además
de lo anterior se puede evidenciar en los agrupamientos 1, 3, 12
18 y 21 que son series de 10 rayas paralelas, ó en los agrupamientos
4, 10 y 6 entre los que se alternan series de 10 y 20 rayas en algunos
casos separados por un círculo como el caso específico
del agrupamiento número 10, ó el caso del agrupamiento
número 6 que presenta una serie de diez rayas a la cual le
continúa otra serie de 10 rayas todas cortadas perpendicularmente
por una raya transversal al área del mural.
Otros agrupamientos presentan series
de 3, 5, 6 14, 25 y 26 rayas que al parecer tiene relación
con el conteo en cuestión pero hasta el momento no sabemos
el sentido de esta relación. Sin embargo la solución
a este aparente problema del patrón del conteo del mural
de la Cueva de los Petroglifos podría encontrarse en sus
relaciones con otros dibujos cercanos a dicho mural. Situación
similar ha propuesto Breen Murray, W (1987) para los petroglifos
de Boca de Potrerillos, Nuevo León, México.
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Fig. 5. Distribución
de los agrupamientos en el mural pictográfico No. 1
de la Cueva de los Petroglifos.
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Lo anterior podría quedar
más claro a partir de la evidencia que nos propone el dibujo
No. 8 de esta misma localidad, el cual está constituido por
30 rayas, distribuidas en 14 rayas horizontales y paralelas (en
forma de escalera) de que las diez primeras de abajo hacia arriba
están marcadas por dos líneas verticales que las cortan
perpendicularmente, esta serie presenta hacia la izquierda 4 rayas
ubicadas en una serie de tres rayas y una más abajo y aislada.
Hacia la derecha de la serie principal se encuentra otra serie de
rayas, esta vez en posición vertical y constituida como parece
ser común en la Cueva de los Petroglifos por 10 rayas.
Otros casos que pudieran arrojar
datos futuros a esta problemática y que comparten sus características
con el mural de dicha localidad son las pictografías No.
6 y 7; la primera de las cuales está constituida por dos
series de rayas verticales y paralelas de 2.0 cm promedio de alto,
la serie superior está constituida por 10 de estas rayas
y la serie inferior tiene un total de 20 rayas, lo que nos vuelve
a remitir a la suma de 30 rayas y su aparente correspondencia con
un mes sideral.
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Figura No.6. Foto de la
pictografía No. 8 de la Cueva de los Petroglifos
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Figura No. 7. Reproducción
de la pictografía 6 de la Cueva de los Petroglifos
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Por su parte la pictografía
No. 7 está formada por 10 rayas paralelas y verticales de
7.0 cm promedio de alto, notándose una raya vertical que
comienza en la parte superior de la raya No. 9 (de izquierda
a derecha) y que corta perpendicularmente la raya vertical No.10.
Otro caso es la pictografía
No. 23, constituida por 3 grupos de 7 rayas, los cuales están
rodeados por grupos (2) de tres rayas, que sugieren su uso
ocasional para completar la serie 10, pero que además suman
un total de 27 rayas, un número muy cercano a un mes sinódico,
lo que se reafirma sí consideramos la presencia de una raya
vertical que corta uno de los grupos y que constituirá la
número 28.
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Figura No. 8. Reproducción
de la pictografía No. 7 de la Cueva de los Petroglifos
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Figura No. 9. Reproducción
de la pictografía No. 23 de la Cueva de los Petroglifos
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A partir de todo lo anterior se
realizó un experimento con los datos de la tabla No. 2 que
permitiera obtener relaciones de similitud matemática entre
los agrupamientos aislados por nosotros en el mural pictográfico.
Para esto se utilizó un programa de Cluster Analysis y los
datos se corrieron bajo el criterio de distancia euclidiana con
agrupación por centroide, lo que arrojó los siguientes
datos:
Los agrupamientos 1, 3, 12, 14,
17, 18, y 21 se unen entre sí a nivel 0, 000, lo que demuestra
su identidad total, estos, a su vez, se unen a los agrupamientos
5, 9 y 20 al nivel 3.625, los que entre ellos presentan distancia
de similitud de 0.500.
Por su parte los agrupamientos 2,
15, 4, 6, 10 y 13 presentan entre sí distancias de similitud
que varían entre 0.000 y 3.483 puntos y se unen al grupo
anterior (1, 3, 12, 14, 17, 18, 21, 5, 9, 20) al nivel 7.203.
Queda un tercer grupo conformado
por los agrupamientos 7, 11, 16, 8 y 19 los cuales entre sí
presentan distancias que varían entre 0.000 y 4.672, pero
como grupo están a una distancia de 10.470.
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Figura No. 10.Tabla con
el comportamiento numérico de los agrupamientos aislados
en el mural pictográfico
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Figura No. 11. Tabla con
la Frecuencia de Agrupamientos Similares (considerando los
círculos)
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Figura No. 12. Tabla con
la Frecuencia de Agrupamientos Similares (sin considerar los
círculos)
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Todo lo anterior que los agrupamientos
compuestos por 10 rayas constituyen el grupo más sólido,
pues es el único que se une totalmente al nivel 0.000, al
cual le continúan los agrupamientos constituidos por 20 rayas
y 30 rayas, los que entre sí presentan distancias de similitud
muy cortas a pesar de haberse incluido en el análisis los
círculos como índice diferenciador. Todo lo anterior
demuestra una marcada intención de aislar y/o significar
los números 10, 20 y 30 por parte de los autores de este
mural, como también se puede apreciar en la tabla No. 3 donde
los agrupamientos con 10, 20 y 30 rayas representan el 66.5% del
total general.
A todo lo anterior habría
que sumar el hecho de que otros números presentes en los
agrupamientos aislados en este mural son múltiplos de 5,
4 y 7, como se aprecia en la tabla No. 5 significando que los dividendos
5 y 4 podrían presentar relaciones biólogos-sociales
con el No. 10 y sus múltiplos, pues 5 son los dedos de las
manos y los pies y estos están presentes cuatro veces en
el cuerpo humano.
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Figura No. 13 Comportamiento
de los agrupamientos numéricos del mural pictográfico
No. 1 según el modelo de Cluster Analysis de distancia
euclidiana con agrupación por centroides.
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Figura No. 14.Tabla con
el Comportamiento de la Relación Aritmética
de los Agrupamientos
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Sí las correlaciones de series
de rayas y círculos obtenidas hasta aquí son acertadas,
entonces se puede inferir un elemento importante y es el hecho de
que el número 10 jugó un importante papel en el grupo
humano que realizó los dibujos, constituyendo un patrón
para la solución de algunos problemas de su conducta social
y, además, permitió llevar la cuenta de algunos fenómenos
biólogos sociales de la comunidad, constituyendo así
una solución paleomatemática a los problemas para
la cuenta sistemática de unidades temporales.
ACERCA DEL SIMBOLISMOS Y LA FUNCIONABILIDAD DEL
NÚMERO EN EL ARTE RUPESTRE DE LA CUEVA DE LOS PETROGLIFOS
De todo lo anterior expuesto se
puede entender que los datos citados son suficientes para pasar
al análisis de cuestiones más generales, relacionadas
con la significación y funcionalidad numérica en la
conducta social de la población aborigen que habitó
la Cueva de los Petroglifos del Sistema Cavernario de Constantino.
En la historia del estudio del simbolismo
del número en las comunidades prehispánicas de América
existen dos puntos de vista opuestos. Uno niega que este simbolismo
tenga relación con el cómputo práctico de nuestros
primitivos pobladores; los otros deducen de estos números
el límite inicial del cálculo utilitario del hombre
americano.
Nuestros comentarios no debían
tomar posición en una u otra dirección, sino proveer
al lector de elementos para que asuma él su propia posición
y en general, realizar un enfoque más complicado y sutil,
desde posiciones más fructíferas y científicas
que la discusión improductiva entre estos dos puntos de vista.
Aunque no pretendemos entablar dicha discusión, nos es imposible
no asumir una posición, pues desde nuestro punto de vista
la arqueología americana y en especial la rupestrología
ha dado algunas demostraciones indudables de que en las culturas
más tempranas de América se había desarrollado
un incipiente sistema de conteo numérico, sobre todo a partir
del conteo sistemático del tiempo (ver p. ej. Breen Murray,
W., 1980 Aveni, A. 1978 y Stone, A. 1995). De ahí que
en la medida en que aumentan los datos arqueológicos, menos
pueda ponerse en duda la presencia conteos numéricos a partir
del simbolismo numérico en las culturas prehispánicas
del hemisferio occidental.
Por todo lo anterior en Las Antillas
con sus primitivos en estadios bien tempranos de la evolución
cultural americana no deben estar ajenas a esta problemática.
Al menos para Cuba es asombrosamente estable el índice general
de representaciones que inducen a pensar en relaciones con varios
sistemas numéricos como en las cuevas No. 1, 2, 3 y 4 de
Punta del Este, Isla de la Juventud, la Cueva de los Chivos, en
Caguanes, Sancti Spíritus, las Cuevas de Ambrosio y Pluma
de Matanzas y la Cueva de García Robiou en la Habana, por
poner algunos ejemplos.
En el caso que nos ocupa, la Cueva
de los Petroglifos del Sistema Cavernario de Constantino en Pinar
del Río, se puede decir que, al parecer, el número
10 y sus múltiplos pasan al primer plano en la vida de los
primitivos que habitaron este territorio occidental de Cuba.
Probablemente el hecho socio-cultural
de realizar representaciones asociadas al número 10 apareció
con la práctica de calcular eventos biólogo-sociales
como el plazo de los partos, por el registro lunar del embarazo
humano. El plano común del embarazo, 10 meses lunares, la
sucesión de las fases de 7 días de la luna durante
40 veces, permitiendo así la representación frecuente
de números múltiplos de 10 (20, 30, 40), pues
en este plazo la luna repite su ciclo 10 veces; desde luna nueva,
crecía 14 días hacia el plenilunio y después
menguaba 14 días hasta la luna nueva; es decir, 10 veces
moría y nuevamente nacía y desde la gestación
hasta el nacimiento, siendo singular el hecho de que a la mitad
de este plazo (5) el niño hacia el primer movimiento
en el vientre de la madre. La coincidencia indudable de estos números
con fases de la luna dan a estos una importancia incalculable dentro
de la cultura y sociedad de nuestras comunidades prehispánicas.
Lo verdaderamente asombroso es que en el mural pictográfico
de la Cueva de los Petroglifos es palpable la intencionalidad de
pintar series de rayas paralelas en agrupamientos de 10, 20, y 30
rayas. En este sentido es bueno citar a Fray Ramón Pané
(1990) quien, en su ya famosa "Relación acerca
de las antigüedades de los indios" dice refiriéndose
a los taínos de la Española.
"Todo esto les han hecho
creer sus antepasados; porque ellos no saben leer ni contar sino
hasta diez"
El conteo en función de los
números 5 y 10 fue sin lugar a dudas absorbido del papel
que jugaron en el desarrollo del simbolismo numérico el contar
con los dedos, pues los dedos de la mano estaban presentes ante
los ojos de nuestros aborígenes con más frecuencia
que cualquier otro conjunto permanente y divisible de números.
Por lo que la coincidencia de los números 5 y 10 de las manos
con los del calendario lunar del embarazo, sin lugar a dudas estimularon
la adoración y uso de estos números por nuestros primitivos
pobladores al respecto Arrom, J. En Pané, R. (1990)
nos dice:
"Los taínos al igual
que otros pueblos amerindios, contaban con un sistema vigesimal.
Por cinco decían "mano", por diez "dos manos",
por veinte "hombre", por ochenta "cuatro hombres".
Todo lo demás demuestra que
es perfectamente sostenible el hecho de que los pobladores de la
Cueva de los Petroglifos se apoyaran sobre todo en números
múltiplos de 10, pues este estaba sostenido por la práctica
de contar con los dedos de las manos y de los pies; ya que como
ha planteado Frolov, B. (1993)
"La mano fue el primer instrumento
de trabajo, el eslabón de enlace más sólido
entre el objeto de trabajo y el pensamiento, el primer instrumento
para la división cuantitativa de los objetos del mundo material..."
Ahora bien ¿qué necesidad
tuvieron algunos primitivos para realizar conteos de este tipo?,
numerosos elementos se podrían citar en este sentido, pero
nos parece mucho más elocuente citar a Frolov, B. (1993)
quien nos dice:
"La aparición de
instrumentos nuevos, el aumento de las operaciones tecnológicas
y de la relación recíproca entre ellas estimulaban
sin duda alguna el desarrollo de la atención, la memoria
y el habla de los individuos, por cuanto era necesario registrar
y transmitir a los parientes y descendientes (en el espacio y en
el tiempo) las estructuras cada vez más complejas, en el
sentido cuantitativo y cualitativo de los procesos técnicos.
Por eso debía ampliarse el vocabulario de modo que permitiera
designar con mayor exactitud las propias correlaciones cuantitativas.
En la época musteriense, los arqueólogos separaban
ya más de 60 tipos de instrumentos; precisamente con esto,
a mi juicio, está vinculada la aparición de las primeras
tentativas de la gráfica de la cuenta: serie de rayas puntos,
hoyitos y crucecitas en trozos de piedra y hueso".
El cosmos sugería también
estas combinaciones pues la presencia de la 7 estrellas de las Pléyades,
las 7 estrellas de la Osa Mayor y otras, hacían de la bóveda
celeste una fuente importante para el desarrollo y evolución
del simbolismo numérico, debe en este sentido recordarse
la importancia de la Osa Mayor en la cosmovisión taína
de Las Antillas. Por otra parte la observación astronómica
y el ordenamiento del tiempo por nuestros aborígenes les
permitió llevar el registro y representar numéricamente
importante ciclos naturales como la reproducción animal y
vegetal, los períodos de seca y de lluvia, la temporada ciclónica
ó los períodos de fertilidad para la siembra, además
de otros períodos biólogo sociales como el embarazo
ó los períodos menstruales de las mujeres.
Pues como han planteado otros autores
todos estos períodos ó ciclos pudieron haber sido
inicialmente aprendidos de la observación y conteo del firmamento
y su relación con los mismos; en este sentido basten las
palabras de Fernández, R. et. al. (1999) al decir:
"es indiscutible la relación
existente entre estos fenómenos y la posición que
ocupa el sol y el firmamento en las distintas estaciones del año,
así como la vinculación de los mismos con el ciclo
lunar y cada una de sus fases en particular..."
Por otra parte es bueno recordar
que el número 4 jugó un papel mágico importante
en la mitología aborigen de las Antillas, por ejemplo, recordemos
que en la mitología Taina no pocos mitos nos refieren la
magia del número 4 como es el caso del siguiente pasaje tomado
de Pané, R. (1990) en su capítulo IX ¨Como
dicen que fue hecho el mar¨, donde dice textualmente:
¨El cual Yayael queriendo
matar a su padre este lo desterró y así estuvo desterrado
cuatro meses...
Dicen pues que un día, habiendo
ido Yaya a sus conucos, que quiere decir posesiones, que eran de
su herencia, llegaron cuatro hijos de una mujer que se llamaba Itiba
Cahubaba...¨
Mas adelante en el capítulo
número VII de la Relación, Pané nos relata
otro pasaje donde se incluye el número 4 en su concepción
mitológica al decir de la captura de las raras personas ó
seres que luego convirtieron en mujeres:
¨Dijeron al cacique que
eran cuatro hombre que eran caracaracoles¨.
La presencia del número 4
en estos pasajes mitológicos nos reafirma la tradición
mágica americana de los cuatro vientos, los cuatro puntos
cardinales, las cuatro direcciones principales; la salida y puesta
del sol y los vientos templados y calientes.
Todo lo anterior nos hace pensar
que esta tradición perdida en la memoria aborigen de América
pudo ser la fuente que permitiera a los pueblos prehispánicos
tempranos de las Antillas asociar el número mágico,
cuatro, con las cuatro veces que se repiten los cinco dedos en el
cuerpo humano, lo que sin lugar a dudas permitió el inicio
de una operación paleomatemática basada en números
múltiplos de cuatro y cinco como el 10, 20, 30.
Retomando el tema sobre el Sol y
la Luna estos también jugaron un papel importante en la mitología
y creencias indoamericanas, un ejemplo de esto nos lo relata Pané,
R. (1990) al referir el origen de los taínos cuando
nos dice:
"Esta gente, estando en
aquellas cuevas, hacía guardia de noche, y se había
encomendado este cuidado a uno que se llamaba Mácocael; porque
un día se tardó en volver a la puerta dicen que se
lo llevó el Sol.... Después, dicen que otros habiendo
ido a pescar fueron presos por el Sol y se convirtieron en árboles..."
Más adelante el propio Pané,
donde nos cuenta sobre como se separaron los hombres de las mujeres,
nos dice:
¨Este salió antes
del amanecer, y lo cogió el Sol por el camino y se convirtió
en pájaro que canta por la mañana, como el ruiseñor
y se llamaba Yahubabayael¨.
En cuanto al papel mitológico
de la Luna no son pocos los pueblos prehispánicos que incluyen
este astro en su diseño mitológico del mundo que los
rodeaba, ejemplo de esto es sin dudas el pasaje que nos cuenta Breton,
R. (1892) al referirse a los caribes de Guadalupe:
¨Los caribes imaginan que
la luna vio a una joven dormida y la embarazó, lo que obligó
a la madre de esta a poner una persona que la vigilara y a él
sorprendiera y ennegreciera con jagua para reconocerlo, y según
dicen ellos estas son las manchas que todavía hoy aparecen
en ese astro¨.
Lo curioso de este mito es que el
mismo se repite con pequeñas diferencias en otras culturas
prehispánicas de América, entre las que pueden citar
los Taínos de la Española (Pané, R. 1990),
los Arauacos y Guaraos de las Guyanas (Roth, W. En Arrom, J.
1975) y los Caribes de Dominica (Taylor, D. 1952).
Sobre este último caso de
Dominica según Arrom, J. (1975) una anciana caribe
le contó a Taylor lo siguiente:
¨La Luna es un hombre con
la cara sucia. En otros tiempos había una joven que dicen
quedó embarazada de un amante que a escondidas la visitaba
de noche, de modo que ella no sabía quien era. Dicen que
la madre de la joven se puso en guardia, y habiéndose untado
las manos de hollín, al entrar el amante se las restregó
en la cara¨.
Al margen le las relaciones inferidas
sobre estos pasajes por otros autores como, por ejemplo, Arron,
J. (1975), el cual relaciona los mismos con el rechazo al
incesto por estas culturas y con los cuales estamos absolutamente
de acuerdo, pensando que los mismos trasmiten una importante información
sobre la psicología de estos pueblos y las relaciones del
firmamento con su conducta social y espiritual.
En este sentido los pasajes mitológicos
donde aparece el Sol nos demuestran el papel de este astro en la
creación de lo que podemos inferir su papel en la fertilidad,
abundancia y obtención de recursos vitales como animales,
plantas y materia prima para la elaboración de herramientas
de trabajo.
|
Figura No. 15. Reproducción
de la Pictografía No. 4 de la Cueva de las Mercedes,
Sierra de Cubitas, Camagüey, Cuba.
|
Por su parte, la Luna presenta en
estos mitos una importante relación con la maternidad, pues
la Luna embaraza a las jóvenes; esta relación Luna
Embarazo no puede estar ajena al conteo de las fases lunares
durante los períodos de gestación.
Para ejemplificar toda esta relación
del Sol y la Luna con la mitología y creencias de algunos
pueblos prehispánicos baste la reproducción de una
de las más impresionantes representaciones de estos astros
dentro de la plástica aborigen de Las Antillas presente en
la Cueva de las Mercedes, Sierra de Cubitas, Camagüey, Cuba,
donde junto a estos astros aparece la representación de un
falo, indicándonos la gran relación de estos astros
con la fertilidad y la fecundidad.
Desgraciadamente sobre la cosmogonía
de las culturas arcaicas de Las Antillas no hemos recibido información
alguna, a no ser por la interpretación de algunas evidencias
arqueológicas estudiadas en los sitios de asentamiento de
estos grupos; sin embargo la extensión de estos mitos por
no pocos grupos culturales de América, la presencia de artefactos
rituales y de trabajo comunes a los grupos arcaicos y neolíticos
del área, la capacidad de asimilación de algunos grupos
arcaicos de tecnologías neolíticas cuando estos convivieron
temporalmente, así como la identidad común demostrada
en muchas de sus manifestaciones rupestrológicas, nos hacen
pensar que los pasajes antes comentados demuestran que en Las Antillas,
desde épocas muy tempranas, los números mágicos
y las relaciones astronómicas presentes en la mitología
fueron la fuente de inspiración para el desarrollo de un
medio paleomatemático, que permitiera establecer y desarrollar
su conocimiento más científico del mundo que los rodeaba.
Todo lo anterior demuestra que el
simbolismo de los números 10, 20 y 30 (y sus múltiplos)
en el estado primitivo de los aborígenes que habitaron
la Cueva de los Petroglifos es, ante todo, el simbolismo del hombre
(sus manos, pies y nacimiento) y del cosmos, siendo el cosmos
para ellos más dinámico que estático, más
temporal que espacial, lo que no puede ser considerado un fenómeno
aislado dentro de la arqueología americana, pues como planeta
Struik, K. (1948):
"De los 307 sistemas de
contar de los aborígenes de América 146 son decimales;
106 se basan en el 20 ó 10 x 20; 35 sistemas tienen su base
en el 20"
O sea, al sistema decimal le sigue
en América la cuenta de a 20 basada en el proceso de 5 x
4 por el número de los dedos de las manos y los pies del
hombre.
CONCLUSIONES
- En el arte rupestre de la Cueva de los Petroglifos
del Sistema Cavernario de Constantino, sobre todo en el mural
No. 1, se puede apreciar una intención marcada, por parte
de los ejecutores del mismo de representar por algún motivo
la presencia del número 10 y sus múltiplos.
- Queda demostrada la necesidad de realizar estudios
sistemáticos de la arqueología aborigen de Las Antillas,
que nos permitan acercarnos científicamente a la funcionalidad,
significación y origen de los primeros símbolos
numéricos de nuestra área geográfica y cultural.
- El arte rupestre de esta localidad reafirma el
criterio sostenido por un grupo importante de investigadores que
consideran los números mágicos como el límite
inicial del cálculo utilitario del hombre.
- El apoyo en el número 10 de los aborígenes
que habitaron esta localidad estaba sostenido en la antigua práctica
de contar con los dedos de las manos y los pies.
- Este sistema numérico basa su origen en
el hecho de que estas comunidades se vieron en la necesidad de
registrar y transmitir las estructuras cada vez más complejas
del desarrollo de sus procesos técnicos, sociales y psicológicos,
tanto en el orden cualitativo como cuantitativo.
- El simbolismo de los números aislados
en el arte rupestre de esta localidad, fue el simbolismo del hombre
y el cosmos; el hombre en su nacimiento, pies y manos y el cosmos
representado en sus fases lunares en su relación con el
cómputo del tiempo, como un problema biólogo-social
y de subsistencia.
¿Preguntas,
comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com
Cómo
citar este artículo:
Gutiérrez
Calvache, Divaldo
A. Simbolismo
y funcionalidad del número en el arte rupestre de la cueva
de los petroglifos del sistema cavernario de Constantino, Sierra
de Galeras, Viñales, Pinar del Río, Cuba. En
Rupestreweb, https://rupestreweb.tripod.com/numeros.html
2004
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